sábado, setiembre 09, 2006

brasil

Su madre terminaba de bañarse cuando él esperaba impaciente, sentado mirando absorto la tevé sin percibir ninguna imagen. Faltaban 15 para las 9 y la cena estaría por comenzar. Se preguntaba cómo se habría vestido la chica de la habitación contigua. Tal vez no fuera esa noche a cenar. Era la última que pasaban en el hotel y esa muchacha lo había fascinado desde el primero de los 8 días. Por fin su madre terminó el ritual higiénico. Ambos bajaron al comedor.
La otra familia no había llegado aún, solo estaban los Brigman, esos cuatro gritones de todas las noches, y la pareja de ancianos que solían sentarse allá al fondo, en la penúltima mesa a la izquierda. Dos mozas esperaban a los comensales en ambos extremos de la gran mesa de comidas. Mientras tanto, otras dos mozas se acercaban de tanto en tanto para depositar un nuevo plato caliente. Cada vez que se abría la puerta de la cocina, Julio sentía el olor a comida e imaginaba todos los sabores que tendrían ya en su boca.
Cuando iba a servirse decidió ir al baño del comedor, ese que parecía esconderse por detrás de los ancianos de la penúltima mesa. Eran mixtos. Los baños. Pero sus ganas de orinar omitieron esta salvedad y fue directo al primer cubículo vacío que encontró. Sintió ruidos, desde fuera del baño, la gente llegaba a cenar. Cuando salió del cubículo estaba ella. Parada, de espaldas, lavandose las manos en una de las piletas de ese enorme baño. La mirada de la chica siguió el camino del espejo hacia él. El no supo qué mirar y caminó nervioso a lavarse las manos. Ella dijo hola, el intentó saludar, pero su "hola" le salió mudo, ella se secó las manos, y se fue. Julio quedó mirandose al espejo, repitiendose lo estúpido qué había sido. Es que estaba tan linda con esa remera de Camboriú, un tanto quemada por el sol y con el pelo mojado. El la encontraba hermosa bajo cualquier combinación, pero esa noche estaba especialmente hermosa.
Salió del baño y se sentó en su mesa. Su madre ya estaba comiendo, así como la mayoría de los allí presentes. Se sirvió algo que no le gustó, estaba muy salado. Tomó mucha Guaraná y comió un postre que dejó por la mitad. Toda la cena miró de reojo hacia la mesa de la izquierda, vergonzoso. Cuando se distrajo en alguna broma de mal gusto que se hacían entre sí los Brigman, la chica y su familia se habían ido. No se habían dicho adios. Julio se sintió mal, hubiese querido que esa cena durara por siempre, para poder mirarle cuando alguien de su mesa la destapaba, y ella reía. Que sonrisa tan dulce la de aquella niña. Esa noche tomaron el omnibus que lo dejaría de nuevo en su ciudad, en su casa; lejos de esas comidas, de ese baño y de esa chica. Todo el camino mantuvo su cabeza apoyada en la falda de su madre, y estirando sus piernas hacia la ventanilla del vehiculo, fue mirando las estrellas todo el tiempo que pudo, hasta que se durmió.

Tema de la semana: "Until you call on the dark" de Danzig.