viernes, setiembre 09, 2005

la música del azar

Apagó su cigarro en silencio. El viento se colaba por su saco gris, gastado. El frío en sus manos lo hizo estremecerse y justo cuando sus párpados pedían cerrarse oyó los disparos. El tiroteo había empezado en la otra cuadra. Nico se perdió en las sombras. Corriendo.

Este esbozo de relato podría decirse que contiene dos partes: una de ellas descriptiva (de la calle, del sujeto) y la otra define una acción. Ronald Barthes define a la primera de estas unidades como "catálisis" y a la segunda como "cardinales". La catálisis, término proveniente de la química, es el aceleramiento o retardo que se efectúa en una reacción química debido a ciertos cuerpos (catalizadores). La catálisis que podemos encontrar en los relatos cobran forma de descripciones, las cuales se extienden entre nudos consecutivos del relato. La segunda unidad, los cardinales, son los propios nudos que contiene lo narrado. Estos son puntos visagra donde cambia de alguna manera lo relatado, es decir, cambian los estados de situación de los personajes. Estos dos momentos, según el estructuralismo, son indispensables en la creación de un relato cualquiera.

En cuanto a la música vemos que existen dos momentos que podrían guardar cierto paralelismo con las unidades sintagmáticas de Barthes, estos son: la consonancia y la disonancia. La consonancia se encarga de armonizar y brindar "seguridad" al escucha. Carece de sobresaltos ya que es la base en donde se situan los demás elementos compositivos. Estos otros elementos, (una suerte de nudos) son las disonancias que encontramos sobre el ritmo base. Estas son lo "fuera de lo común" en una obra determinada. Son como el pie en el agua de mar que da un paso más allá para testear si es una zona llana u honda con respecto a la orilla. Existen por supuesto convenciones explícitas de dónde comenzar cada elemento dentro de una obra musical, con qué terminar la misma, etc. La diferencia con la literatura podría ser que, por más que se considere a la música como el lenguaje universal por excelencia, carece de los elementos necesarios para constituirlo, por ejemplo, de mensaje universal (para algunos una canción puede resultarle triste y para otros totalmente hilarante).

No hace falta aclarar lo que el cine toma de estas teorías estructuralistas. Desde luego que una película con mucha descripción y poca acción (o viceversa) estará falta de atracción por parte del espectador. Ese tipo de estructuras en el cine son configuradas por director y editor en conjunto. Hace poco en un documental, un editor (o montajista, como se prefiera) hablaba de que en realidad lo único que se hace en el montaje de un film es manipulación. Se decide dónde se quiere ser más dramático, más serio, gracioso, o lo que se quiera. Y en cuanto a estos patrones el público siente desesperación, tristeza, o alegría. Creo que todos querríamos ser un poco esos editores de nuestra vida, sacar las partes aburridas y quedarnos con las que importan, o tal vez solo con las buenas. Estaríamos quitando así todas las catálisis o consonancias para vivir solo los hechos fundamentales. Solo que de ese modo, distaríamos bastante de ser únicas obras de arte.

Tema de la semana: "Pavana para una infanta difunta" de Ravel.